miércoles, 23 de octubre de 2013

Me quedé en Tánger.


- ¿Qué te parece esto?

- ¿Que qué me parece?, ¿qué me va a parecer?, que esto se acaba. Que adiós Tánger. Te lo vengo diciendo desde hace algún tiempo.

- ¡Ya estamos otra vez!, hombre, contigo no se puede hablar. Enseguida empiezas con tu pesimismo y así no hay manera. ¿Qué es lo que se va a acabar hombre? ¿Porque a un majareta se le haya ido el dedo en el gatillo ya se va a acabar todo? No, hombre. Habrá que castigar al responsable y ya está. Estos son hechos aislados que se pueden reconducir.

- Te digo que no. Se acabó. Y no es sólo por el tipo ese al que se le ha ido la olla. Eso en todo caso empeorará las cosas, pero sin la ayuda de ese idiota también se acabaría de igual modo. Esto ya ha tomado la pendiente de las cosas irreversibles. No va a ser mañana ni pasado, no, pero va a ir rápido. Vamos, que seguramente lo veremos nosotros. Esto es como una ampolla de cristal, cuando aparece una pequeña fisura y dentro hay mucha presión se rompe sin remedio. No hay manera de restañar la grieta, se va haciendo cada vez más grande y acaba por estallar. ¡Paf!, sin remedio.

- ¿Paf?, el que no tiene remedio eres tú. ¡Paf!, ¿pero qué ¡paf!? No va a pasar nada, aquí estamos bien. Ahora es cuando mejor estamos. No creo que haya muchos sitios en el mundo que estén tan bien como nosotros.

- Pues sí, tu y yo y cincuenta mil más. ¿Y qué?, hay varios millones que no quieren que esto se perpetúe. Ten en cuenta que estamos hablando de cuestiones de posesión, de pertenencia, de soberanía, de tú estás usurpando lo que es mío, de tú eres un puto extranjero que me has quitado mi tierra…

- ¿Un extranjero?, yo no soy un extranjero, yo llevo aquí toda mi vida. Mi madre está en Bubana, tus padres también, y tu abuelo. ¿Cómo se puede sentir nadie extranjero en la tierra donde están enterrados sus antepasados?

- Todo eso es muy conmovedor pero llegado el caso sirve de poco. Los muertos se quedarán y los vivos tendrán que irse. Por aquí pasó mucha gente, fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, portugueses, ingleses… ahora estamos nosotros, los tangerinos. Sería nuestra definición ¿no? No somos ni españoles, ni franceses, ni italianos. No somos ni de aquí ni de allí. Somos tangerinos.

Es bonito ¿no? Es bonito pero frágil. Nos creemos que estamos aquí desde siempre, que esto es nuestro, que Tánger es distinto y nosotros también. Pero no es así, aquí estamos de prestado, de paso. Sí, aquí estamos bien. Aquí se está bien. Se está bien pero no puede durar. Las raíces no son lo bastante profundas. Nos van a trasplantar amigo. Estamos de paso.

- Yo no, yo vine para quedarme.

- Eso es lo que dicen todos ahora, pero ya veremos cuando llegue el momento. Esto no ha hecho más que empezar. Ya me gustaría equivocarme pero…

Se nos había ido el apetito y se no pasó la tarde allí sentados, observando a los paseantes que iban y venían del Bulevar o cruzaban la Plaza de Francia. La noticia del incidente en el Zoco Chico se había expandido con rapidez pero parecía como si el impacto se hubiese amortiguado al chocar contra la gente. Como si se quisiera eliminar cuanto antes cualquier sobresalto o alarma ante sucesos tan extremos. Como si bastara ignorar la evidencia para que dejara de existir. Los jóvenes paseaban despreocupados, gastándose bromas como de costumbre, los hombres y mujeres caminaban a sus cosas con la misma displicencia de cualquier día. Era difícil imaginar desde aquel observatorio que se pudieran cumplir los presagios de René. 
 
Fragmento de "Me quedé en Tánger", novela disponible en Amazon, en digital y papel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario