sábado, 24 de agosto de 2013

Con el alma entre los dientes

En el verano de 1541 le llegaron noticias muy tristes, un visitante del cenobio le informó de la muerte de Pizarro. Un grupo de diez o doce partidarios del hijo de Almagro, al mando de Juan de Herrada, fueron a su casa y lo abatieron a estocadas. El gobernador se encontraba en compañía de unos amigos y de su hermano de madre, Francisco Martín de Alcántara. Cuando oyeron el tumulto, la mayoría de los invitados se apartó y dejó solos a los dos hermanos que, armados de sus espadas, se enfrentaron con arrojo al numeroso grupo de asaltantes. Martín de Alcántara recibió una estocada en el pecho que lo atravesó y cayó muerto. El viejo conquistador se defendió completamente solo durante unos minutos, manteniendo a raya a los que querían acabar con su vida. A pesar de la edad, seguía manteniendo la energía y el coraje que había acreditado durante toda su existencia. Conservaba la fuerza y la pericia con la espada que le habían hecho vencedor de mil batallas. Pero los enemigos eran muchos, lo rodearon y le atacaron por todos lados. Lo cosieron a estocadas, en un brazo, en las piernas, en el pecho, una le sajó la garganta, la sangre manó a borbotones, viéndose morir pidió confesión pero se la negaron. Se llevó la mano a la herida, y con los dedos llenos de sangre trazó la señal de la cruz en el suelo. Después se desplomó sobre ella, muerto. Curiosamente, el jefe de los asaltantes, Juan de Herrada, era el mismo que había actuado de abogado defensor en el juicio de Atahualpa. "Con el alma entre los dientes", ebook disponible en Amazon.

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