miércoles, 29 de mayo de 2013

Irina, en un triángulo.


Ahora, contemplándola tan hermosa, estaba más convencido que nunca de que la solución que había pensado era perfecta. Lo tenía todo bien estudiado y no podía fallar. Había que terminar cuanto antes con las circunstancias actuales. No debían prolongarse ni un instante más, porque corría peligro de que las cosas se torciesen.
Todavía sentado en la cama, y mientras se abrochaba la camisa, repitió en tono
circunspecto:

- Tengo que proponerte una cosa.
La joven no dijo nada, se limitó a animarle a continuar con un gesto de sus manos.

- Irina -carraspeó nervioso-, tenemos que solucionar esta situación, quiero decir, tu situación. Llevas aquí ya más de tres meses y no puedes seguir así por mucho tiempo. Cualquier día se enterarán de que estás sin permiso y te expulsarán del país. Mientras sigas en este sitio no podrás regularizar tu residencia. Además, esto no te gusta, me lo has dicho muchas veces.

Hizo una pausa para encender otro cigarrillo y prosiguió,

- Es verdad que no estás mal del todo, la Marlén no es mala mujer y te trata mejor de lo que tratan a muchas otras en tu posición. En eso has tenido suerte, sí, relativamente. Pero de todas formas, no puedes prolongar este estado. Tienes que intentar encontrar un trabajo más..., normal. Tú estás preparada, has estudiado, sabes idiomas, tienes muchas posibilidades. No tienes por qué estar aquí, aguantando a todo el que llega.

Ella hizo un gesto de desaprobación con su cabeza.

- Bueno, ya sé que no aguantas a todo el mundo, es cierto, sólo te acuestas con quien tú decides, sí, pero en cualquier caso tienes que hacerlo. Y si no en la cama, sí que tienes que aguantarlos con las copas, y darles palique. Vamos, que esta vida no es para ti. Tú vales mucho más. Cuanto más tiempo sigas aquí, más difícil te será salir.

- Vale -dijo la mujer-, y ¿cómo se hace eso?

- Lo tengo todo pensado -dio una fuerte calada y expiró el humo con parsimonia-, como sabes acabamos de tener una niña y mi mujer trabaja de profesora. Así que tendremos problemas para cuidar de la pequeña cuando se reincorpore a sus clases, que tiene que ser ya. Hace semanas que Clara me está diciendo que deberíamos buscar una persona, aunque fuera por horas, para que le ayude con la niña y para que la cuide cuando ella esté trabajando. Yo salgo de casa a las siete de la mañana y a veces no vuelvo hasta muy tarde. Los abuelos están un poco mayores y no podemos depender de ellos. Así, que Clara estará encantada si le digo que he encontrado una persona para que la ayude con la niña. Y esa persona, naturalmente… ¡eres tú!

Se interrumpió sonriendo para observar el efecto de sus palabras.

Como ella no decía nada, prosiguió:

- Así que le voy a decir que ya he encontrado a una persona que puede cuidar de la niña y al mismo tiempo ayudarla a ella, y te vienes a vivir con nosotros.

Irina dio un respingo,

- ¿Qué?, ¿me estás diciendo que me vaya a vivir a tu casa?, ¿con tu familia?, ¿qué pasa?, ¿te has tomado algo? ¿Tú crees que tu mujer te va a dejar meterme en su casa? ¡Tú estás loco! ¿Cómo se te ocurre una tontería así? ¿Eso era lo que tenías que proponerme? ¡Menuda ocurrencia!, desde luego tú no estás bien de la cabeza.

Vicente sonrió con suficiencia e intentó calmarla con un gesto de sus manos.

- Tranquila, cuando te lo explique lo verás tan claro como yo. En realidad es muy simple. Para empezar, Clara no tiene ni idea de nuestra relación. De hecho, ni se imagina que yo ando con otras mujeres. Ella está convencida de que si llego tarde muchos días es porque tengo cantidad de trabajo y porque me entretienen en la oficina cuando termino en la cantera. Por lo tanto, de entrada no tiene por qué pensar nada extraño. Al contrario, estará encantada de que haya encontrado a alguien para que le ayude.

(Fragmento de "Irina, en un triángulo", novela disponible en formato ebook en Amazon.es y Amazon.com)

viernes, 17 de mayo de 2013

Me quedé en Tánger.


La otra versión que también le gustaba mucho era la de Noé. Una vez que hubo embarcado en el arca con su familia y una pareja de todos los animales conocidos, Dios, ahí sí, mandó abrir las puertas del cielo y las aguas cubrieron toda la tierra. El barco navegó sin rumbo arrastrado por las fuerzas de la naturaleza hasta que Dios decidió que el castigo ya era suficiente y ordenó que se detuvieran las lluvias y se amansaran las aguas. Estas comenzaron entonces a descender y a recuperar su cauce y el arca quedó embarrancada en el monte de Tánger. Noé envió una paloma para confirmar que la tierra estaba cerca y el ave regresó con barro en las patas. Noé exclamó alborozado: “¡Tin Dja!, Tin Dja!”, que significa: “El barro está aquí”, y comprendió que el Diluvio había terminado.

Tin Dja, Tanjaá, Tinga, Tingis, Tánger, distintas pronunciaciones para nombrar una ciudad mágica.

Cuando contaba esa versión la monja dejaba de cabecear y se enderezaba sobresaltada, 

- Disculpe usted, don Isaac –le interrumpía indignada-, pero todo el mundo sabe que el Arca embarrancó en el monte Ararat, en Turquía. Lo dice el Génesis.

- ¿Y cómo sabe usted, hermana, que no hubo más que una?, ¿no le parece lógico que a alguien más se le ocurriese subirse a una embarcación cuando empezó a caer tanta agua?


Fragmento de "Me quedé en Tánger", novela que transcurre durante la mayor parte del siglo XX, entre Tánger y lo que fue el Protectorado Español del norte de Marruecos.


https://www.amazon.com/ME-QUED%C3%89-EN-T%C3%81NGER-Spanish-ebook/dp/B008R0DWGY/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1492276497&sr=8-1&keywords=me+quede+en+tanger



Está disponible en Amazon en formato digital y en papel.


ME QUEDÉ EN TÁNGER (Spanish Edition) by [Molinos, Luis]

domingo, 12 de mayo de 2013

El salto del caballo verde.

El gran caballo verde pasó sobre su cabeza con un salto portentoso, más cerca de un vuelo que de un brinco. Al instante cruzó en sentido contrario y se alejó sobre el mar a galope tendido, tan deprisa que un momento después se había perdido en el horizonte. Ahora llevaba dos jinetes sobre la grupa. Las olas empezaban a cubrirle el rostro y le impedían respirar. Intentaba tomar aire entre flujo y reflujo, pero cada vez tardaban más en retirarse. La última no acababa de irse, sintió que se ahogaba, los pulmones estaban a punto de reventar, hizo un esfuerzo tan violento que enderezó el torso de golpe y se despertó sentado sobre la cama, con la boca muy abierta, jadeando, sudando copiosamente, tardó unos segundos en recobrar el sentido de la realidad.
A su lado, la mujer se removió ligeramente y siguió durmiendo, la habitación estaba en esa penumbra que anuncia la llegada del albor.
La melodía del móvil acabó de sacarlo del sueño, tanteó la mesilla hasta dar con el teléfono y contestó a la llamada con un ininteligible gruñido.
- ¡Santiago! -sonó un voz destemplada al otro lado- soy yo. ¿Cómo lo llevas?, no podemos esperar más, se nos acaba el plazo. Me están presionando, hay que entregar la pieza que falta ¡ya! ¡Ya!, ¡ya!, ¡ya!, no podemos esperar ni un día más, ni uno más, ya consumimos todo el tiempo que teníamos. Se acabó, ¿cómo lo tienes?
- ¿Qué hora es?
- ¿Cómo que qué hora es?, ¿cómo me preguntas eso?, ¡es tardísimo! La hora ya se ha pasado hace tiempo. ¿Cómo llevas la pieza que falta?
Miró la pantalla del móvil, las siete y cinco.
- ¿Pero tú sabes la hora que es?, anoche me dormí muy tarde.
Apretó la tecla e interrumpió la llamada. Dejó el aparato sobre la mesilla e inmediatamente volvió a sonar. Lo desconectó completamente. No eran horas de soportar la estridente voz de Gloria Santamaría. Se había convertido en una pesadilla que le perseguía constantemente. Le debía una pieza, sí. Estaba en ello.

Inicio de "El salto del caballo verde", novela que transita entre el 1609, año en que expulsaron a los moriscos del Reino de Valencia, y la actualidad. Está publicada en edición digital en Amazon.es y Amazon.com
https://www.amazon.es/El-salto-del-Caballo-Verde-ebook/dp/B009VGP4OG/ref=sr_1_11?ie=UTF8&qid=1480437548&sr=8-11&keywords=luis+molinos

El salto del Caballo Verde de [Molinos, Luis]